Pensamiento a las 09:58


Es viernes. Llueve y hace frío.

Hace mucho que no me drogo.

Hoy debería hacerlo sólo porque es viernes, está lloviendo, hace frío

y los dibujos que hice

quedaban mejor en mi cabeza que en el papel.




Estoy hecha de nada, sabés?

El concepto siempre es una gran pelotudez. 

Charla con un desconocido

¿Qué es de tu vida? ¿Qué es de vos?

Bueno, conseguiste un laburo piola.

Ideal, si veo… jajaja ¿qué más querés? Laburás de lo que te gusta, eso es magnífico.

Yo bien. Lo mismo de siempre. Sin muchas novedades, bah sí pero no importa.

La psicóloga de nuevo, algunos desengaños, amores furtivos. Mi vida es un ciclo.

Contame de vos, que hace mucho que no hablamos.

¿De verdad? Ah, con razón no te conectabas, no mandabas mensaje, nada…

Qué bueno que hayas encontrado a la mujer para vos, me alegro mucho. De verdad.

No, en serio.

Ya pasó eso, yo quiero lo mejor para vos.

Vos me ayudaste mucho ¿sabías?

Tenés un corazón de oro y yo me había enamorado de eso.

Es difícil encontrar amor en este mundo.

Dale, hablamos.

Cuidate.


 


 

Estoy tan feliz por vos [ese mensaje nunca te llegó, te desconectaste.]


 


 

La sanación del alma

Habían planeado todo para verse, para estar un rato juntos como perfectos amantes, hacía calor e Inés no fue a la escuela. Se rateó para ver a Marcelo. Las amigas de Inés no podían ni siquiera pensar en salir con alguien mayor, pero a ella no le importaba ser una púber, Marcelo le dio su primer beso, le dijo sus primeras palabras lindas, le regalo su primer osito. Para ella era su primer amor, el gran amor de su vida por eso estaba totalmente maravillada y extasiada. No podía creer lo que vivía, todo en secreto, todo prohibido, todo tentador.

 
Inés llegó a la escuela, dobló en la esquina, compró chicles y se encontró con la sonrisa de Marcelo. Se besaron y comenzaron a caminar. Fueron a la plaza un rato a aprovechar el sol, Marcelo saludó a sus amigos y después de un rato fueron para la casa de él. Inés conocía la casa porque ya había ido con los amigos del barrio, eran todos vecinos. Un amor de barrio, de esos de antes.

 
Él abre la ventana y se tira en la cama, la llama a Inés para que se acueste al lado de él. Marcelo la besa, Inés vuela por las nubes con los besos de su enamorado. Una situación hermosa, llena de amor pero Inés nota que hay algo que no va, le dice que pare, que salga de encima de ella, que no siga más. Él, como un perfecto caballero, le toca el pelo y le dice que todo está bien, que no se preocupe, que él la iba a cuidar como tenía que ser. Inés se calma, se vuelve a relajar y lo besa como pidiéndole perdón, que es una boluda, que está nerviosa. Marcelo ríe tanto que ella ríe con él.

 
Marcelo sabe que Inés es virgen, que no sabe nada, que es, todavía, una inexperta. Y pareciera que le gusta todo ese combo que trae consigo Inés. Marcelo le llevaba en ese momento 8 años. Ya estaba terminando la secundaria, en realidad había repetido un año, este era el último y ya se recibía. Había un abismo de años, terrible abismo de edad.

 
Nuevamente la besa con serenidad pero ella nota un leve movimiento de una de sus manos. Marcelo ya tenía abierta la bragueta y con saña se estaba bajando el jean. Inés no se da cuenta que en ese momento ella también tenía el pantalón medio por el culo. No se enteró, ¿habrá sido la excitación? ¿El momento de calentura?

 
Inés mira a los ojos a Marcelo que está totalmente excitado, como sacado, como loco. Inés no reconoce a su amor en ese momento cuando Marcelo le dice que no grite, que la va a pasar bien y que después le va a pedir más. Inés siente dolor y lo empuja. Le pregunta ¿Que haces? ¿Sos loco? Marcelo fuera de sus casillas le dice que es una putita y empieza a gritar que él sabe que a ella le gusta la pija, que lo estaba provocando desde que se conocieron. Inés llora porque esa no es la persona que conocía, esa no es la persona de la cual estaba perdidamente enamorada. Marcelo no se inmuta para nada y le vuelve a repetir "no llores, si sos una puta" mientras le agarra el pelo. Inés trata de calmarlo, le dice que se tranquilice, que no le diga así. Marcelo le pega un cachetazo y la samarrea. Inés no sabe que hacer. No sé en que momento Marcelo la abraza, le dice que lo perdone que "no sabe que le pasó". Los brazos de Inés cuelgan al lado de su cuerpo, como muertos, mientras sigue llorando. Inés lo abraza a Marcelo y le pide perdón, que se había equivocado en frenarlo, que quizás era el momento de estar con él.

 
Esa tarde una parte de Inés había muerto.

 
Para Inés el amor era así, desde ese día la hoja en blanco que era el amor se escribió con eso.

 
Las ganas de contarle a sus amigas el gran amor que estaba viviendo se le fueron, desaparecieron. Para ella dejó de ser algo lindo el amor, ya no era algo para disfrutar solamente era ALGO y punto. Nunca volvió a sentirse linda ni limpia. Ella era la culpable de todo lo que estaba pasando, no se veía a ella como la víctima, se veía como la victimaria.

 
Marcelo estaba ahogando la pequeña vida de Inés y la estaba volviendo miserable de a poco. Cualquier cosa que decía, cualquier gesto era problema. "¿Qué carajo tenés que mirarlo? ¿te lo estás cojiendo, no? hija de puta" No había persona de la cual no la celara. Inés había notado que la mirada de Marcelo cambiaba cada vez que la tocaba, se transformaba en otro hombre, en otra persona. A Inés eso la aterraba, porque sabía que iba a pasar. Fueron meses de vivir en el Infierno. Inés sabe lo que es vivir en el Infierno.

 
Pasó un tiempo y era costumbre ver a Marcelo llorando pidiéndole perdón, que no lo iba a volver a hacer nunca más, que la amaba, que si lo dejaba se mataba. Inés lloraba a la par de él y lo perdonaba, una y otra vez.

 
Una tarde como todas, Marcelo la obligó a Inés a hacerle sexo oral. Ella llorando le dijo que no, que no quería. Se paró y le dijo "Te odio, basta" y lo insultó con toda la fuerza de su alma. Marcelo ya no pudo cambiar la cara. No dijo nada, absolutamente nada. Inés se fue.

 
Y esta vez Marcelo no fue a perdirle perdón. Ya no lo veía más, no sabía nada de él. La familia de Marcelo se mudó del barrio.

 

 

 
Yo me pregunto hasta el día de hoy si lo de Inés fue estupidez o valentía: porque nunca contó nada a nadie.

 
Para todas las chicas que tuvieron que sufrir ese momento: No esperen amor de nadie, ustedes son amor. Quiéranse, háganse respetar que no son ni carne ni mercadería, son mujeres hermosas y merecen respeto. Son valiosas, chicas.
Y para Inés … sólo decirle que espero que esté sonriendo en este momento, que ya pasó, que el sol vuelve a brillar.
La vida se lo debe.-